Siempre he creído que los padres somos
sí o sí un modelo a imitar por nuestros hijos, tanto más cuanto más jóvenes son
éstos, y por tanto tenemos una responsabilidad mayúscula en mantener una forma
de vida que por imitación genere hábitos saludables y actitudes positivas en
quienes dentro de unos años –menos de los que creemos- se convertirán por
derecho propio en protagonistas de nuestra sociedad. El no a las adicciones, la
templanza, el respeto por el otro y por el medioambiente, la tolerancia, el
amor por el territorio y por la familia, la independencia, el librepensamiento…
se pueden reforzar en la escuela, pero se aprenden en casa, con los padres, desde
muy chicos.
Hace ya una buena docena de años
redescubrí el placer del viaje en bicicleta, los largos desplazamientos donde
solo están tus alforjas, tu bici, el mundo y tú; y en esas estaba cuando di el
mismo salto que otros tantos ciclistas recreativos, y con más miedo que
vergüenza comencé a usar aquella compañera de dos ruedas para ir y venir: el
trabajo, los recados, el polideportivo, el ocio…. Hace cuatro años ya de esto,
la bici ha pasado a formar parte del mobiliario del salón -la maldita pereza de
meterla y sacarla del trastero varias veces al día- y se ha incorporado de
pleno derecho en mi vida, y en las de aquellos que me rodean. No hace tanto de
ello, pero ahora no me imagino mi vida sin ella (eldelabici
lo explica muy bien en una entrada de su blog).
Enlazando con el aprendizaje por
imitación del que hablaba al principio, los chavales –cuatro hay en la casa, ni
uno menos- han ido queriendo emular algunas de las rarezas de papá (digo rarezas
por comparación con el papá-standard). Aunque en el diario los horarios suelen
ir demasiado apretados como para forzar el uso de la bici, sí se han
acostumbrado a ella para las actividades del fin de semana: los entrenamientos
y competiciones deportivas, la reunión con los chavales de la parroquia, o la
visita a los abuelos, han ido creando oportunidades para, con un horario más
relajado, ir saboreando el desplazamiento sobre las dos ruedas.
Lucas heredó el año pasado mi
vieja bici, una BH que siempre me quedó pequeña y cuyo cuadro dijo basta
después de catorce años y bastantes miles de kilómetros a cuestas. Tanto la
quería yo, y tanto la deseaba él, que acabé por comprar un cuadro nuevo, y
montar en el mismo todos los componentes de mi vieja amiga. El resultado fue
una casi nueva bici, que para Lucas seguía siendo la que fue de su padre.
Y
como es un chaval lanzado, le faltó tiempo para empezar a moverse con ella,
primero acompañado y después ya solo, al polideportivo, las competiciones, las
reuniones con sus amigos o los cumpleaños... Y este verano su primera gran
aventura, su primer gran viaje con alforjas, su gran sueño desde que con cuatro
o cinco años me preguntaba cuándo podría acompañarme.
Este comienzo de curso ha sido su
puesta de largo. Ha comenzado 3° de Secundaria, entra al colegio a las 8:00, una hora
antes que sus hermanos, y ya no va con ellos y con su madre en el coche
(cinco personas y una montonera de mochilas).
La opción era simple: metro o bici. Y él lo tenía muy claro.
La madrugada del pasado jueves me
resultó emotiva; era su primer día de clase, y casualmente teníamos que
levantarnos a la misma hora. Desayunamos juntos, y vi con cierto orgullo cómo
se preparaba para marchar. Coincidía nuestra hora de salida, así que cogimos las
bicis, y rodamos por el parque, todavía de noche, los dos primeros kilómetros.
En una glorieta le di una palmada, le desee suerte en ese su primer día, y cada
uno tomó su dirección; yo a mi trabajo, él a sus clases.
Le vi
marchar contento, orgulloso, sabiéndose un poco diferente, seguramente un poco
mayor. Y puede parecer una exageración relacionar un modo de transporte con
la educación de un chaval, pero cuando esa madrugada me despedí de él y le vi
partir en su bici camino del cole tuve la secreta sensación de que de alguna
manera sería un ciudadano más independiente y una persona más libre.
Te inauguro el blog, me a gustado Luis.
ResponderEliminarUn Saludo
Hi, Víctor. Quién nos iba a decir cuando nos conocimos este verano que acabarías "inaugurándome". Lástima no haber compartido más tiempo. Hoy mismo te envié tus fotos. Un abrazo
EliminarBienvenido al mundo del blog con esa primera pedalada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Saludos, McZana, y gracias por tu bienvenida.
EliminarBienvenido al mundo de los blogs Luis.
ResponderEliminarPor cierto, ¿el blog solo va a ser de cicloturismo o habrá algo más?
Un abrazo
Pues no sé, Urboneti. A veces necesito escribir lo que se me pasa por la cabeza y no sabía muy bien qué hacer con ello; me pareció que sería divertido plasmarlo en un blog. No pretendo centrarme en nada concreto, y supongo que escribiré más sobre lo que es importante para mí: la bici, la montaña, mi trabajo o mi familia... Pero en cualquier caso lo hago para mí y no me debo a nadie, por lo que puede que se convierta en un ecléctico cajón de sastre. A ver cuando es la próxima charlinada
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